Época: Expans europea XVI
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Imperio Germánico



Comentario

En 1493 moría Federico III, pero desde 1486 su hijo Maximiliano había asumido la dirección del Gobierno imperial. Ya como nuevo emperador, aunque formalmente no lo era al no ser coronado por el Papa, teniendo pues que contentarse con el título de rey de romanos, Maximiliano I (1493-1519) protagonizaría una ambiciosa política exterior que le llevaría a generar fuertes tensiones con varias Monarquías europeas, sobre todo con la francesa por la disputa de la herencia borgoñona, además de continuar los roces con el Papado. Hombre de transición entre dos épocas, en él se dieron algunos típicos valores medievales de caballerosidad, afán de cruzada y belicosidad, junto a otros rasgos de modernidad que hicieron fortalecer su posición en la balanza del poder de la Europa central al afianzar sus dominios territoriales con el mantenimiento, tras la lucha contra Francia, de las prósperas zonas de los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado y el desarrollo de la ya mencionada política matrimonial, favorecedora de alianzas y pactos favorables a sus pretensiones de dominio. Mucho más preocupado que su padre por los asuntos del Imperio, intentó revivir la vieja idea de un destino común que uniera a sus componentes, de recuperar la significación perdida de teórico poder universal, aunque la realidad se encargaría pronto de contradecir sus deseos.
Necesitado de recursos económicos que financiasen sus planes intervencionistas fuera del suelo germánico, especialmente interesado en su política antifrancesa respecto a Italia, Maximiliano tuvo que buscar apoyo en la Dieta reunida en Worms (1495). Sería precisamente en esta reunión de los órganos representativos de la institución imperial donde se decidiría la creación del Alto Tribunal de justicia que intentaría garantizar la también aceptada paz interior que pretendía acabar con las luchas particulares dentro del Imperio. Asimismo se aprobó el otro punto importante de la necesaria reforma constitucional, a saber, la creación de un impuesto general cuyo importe se destinaría a cubrir los gastos de guerra, decisión más teórica que operativa dado que casi no pudo ser puesta en ejecución.

Las dificultades por las que atravesaba la tradicional concepción del Imperio se pusieron nuevamente de manifiesto al lograr los cantones suizos, tras su levantamiento, la independencia. Al año siguiente, en la Dieta de Augsburgo de 1500, se tomaría el acuerdo de instituir un Consejo de Regencia que vendría a ser una especie de órgano central del gobierno imperial, presidido por el emperador, con poderes legislativos para todo el ámbito del Imperio; pero de nuevo fue un cuerpo que nació muerto, pues en un par de años desaparecería, siendo disuelto en 1502. Algún tiempo después, ya durante el mandato carolino, se intentaría revivirlo en 1521. Por todo ello, a pesar de la necesidad de cambios constitucionales, de los deseos de aglutinar las fuerzas dispersas, de concentrar de alguna manera el gobierno imperial, casi nada pudo conseguirse. El Imperio continuaría siendo una entidad política muy fragmentada, dividida en múltiples poderes autónomos, desprovista de eficaces instituciones gubernamentales.

Pero el balance final no sería por completo de fracaso. Maximiliano recibiría ciertas satisfacciones en relación con sus territorios patrimoniales y con su política dinástica (su sucesor se convertiría en el dueño de una buena parte de Europa), que compensarían algo sus abortados deseos imperiales y también su desastroso intervencionismo italiano, puesto de manifiesto en los últimos años de su reinado cuando, con el precedente del fracasado sitio de Padua en 1509, tuvo que retroceder bastante humillado a su querida Austria, una vez que la invasión que llevó a cabo del Milanesado en 1516 se vino abajo estrepitosamente por falta de recursos económicos y de adecuados contingentes militares.